lunes, 6 de abril de 2009

Memorias de una mente destrozada.

Qué manera de haber gente en ese lugar, desde unas cuantas cuadras, que todo se percibe absolutamente repleto, lleno de autos, lleno de gente, lleno de flores. Estaba enormemente enojada ¡no podían ser tan cínicos!, ninguno de ellos sentía de verdad lo que estaba ocurriendo, sin embargo estaban ahí, para engañarlos a todos con sus falsas lágrimas y quedar bien con la familia, pues claro eso siempre, les traerá algún tipo de beneficio. Sin embargo, ella, que era la única que podía declararse con suficientes razones para estar ahí, no podía, no se lo permitían, tan solo le quedaba esperar que todos se fueran, y así, poder tener un momento a solas con él, conversar. Se acercó hacia las puertas del lugar, también lleno. ¿y es que estas personas acaso venían de paseo?, encontró absolutamente de todo lo que se le pudo ocurrir para comprar, entró tranquilamente y se ubicó en algún lugar desde donde pudiese observar a toda la gente reunida, vigilarlos hasta que se fueran. Luego de alrededor de una hora, aquellas figuras se retiraron del lugar dejándolo completamente vacío. No era extraño que mientras hubiese presencias allí, todo se plagase de tristeza, de negro; sin embargo, después de marchar, todo volvía a la normalidad, a la esperanza, a ese verde esperanza que tanta paz irradiaba. Se acercó lentamente, fijándose en que nadie la viera, que nadie la pudiera reconocer, hasta ver en el pasto, aquella placa destrozadora de almas, aún conservaba una esperanza de que todo fuera mentira, que todo fuese un sueño, de que lo que estaba viendo no fuera cierto, por desgracia, todo indicaba que era verdad, una triste verdad. Se inclinó y la acarició lentamente, dejando ver las finas lágrimas que rodaban por sus mejillas, sin siquiera un pequeño intento por detenerse. Su voz hacía unos pequeños esfuerzos, casi desesperados por emitir algún sonido.


-¿Sabes? Aún puedo recordarlo, creo que jamás voy a ser capaz de olvidar el mayor error de mi vida, y, a la vez, el momento más lleno de felicidad. Ese día en que por fin tus ojos no me mostraron odio, nunca creí que viviría lo suficiente para presenciar eso, al igual que, jamás pensé que me podría hacer tanto daño, esa mirada, sin siquiera una gota de odio, pero plagada de tristeza, dolor y frialdad, me hizo mucho más daño que todo el repudio que me habías demostrado tantas veces.
Y es que aún no me puedo dar cuenta cuando fue que comenzó todo, cuando todo entre nosotros cambió, tan solo pude percatarme cuando no había vuelta atrás, era demasiado tarde, ya me había enamorado y tu también, sin saber como, y es tan raro. Dicen que del amor al odio, hay tan sólo un paso, y justamente aquel paso, es el que no puedo recordar.
Ese día no supe que decir, no supe que pensar, tuve tanto miedo como una pequeña niña de cinco años, y es algo, que jamás me voy a poder perdonar. Quizás haya sido la única vez que mostraste tus sentimientos, que dijiste lo que sentías, y yo lo arruiné. Pisaste todo tu orgullo, algo que para ti era muy valioso, y tragarlo deja un sabor completamente amargo; lo pisaste, lo ignoraste, pasaste por sobre todos tus principios y todo lo que te había enseñado tu familia para decírmelo; pero no pude, no fui capaz de asumirlo, y me cubrí, me cubrí con una horrible careta que jamás supe que existía en mi, ¿Por qué? Por puro miedo, miedo y un horrible terror; solo pude esconderme, tapar todo lo que sentía, cubriéndolo con una máscara de frialdad, olvidando por completo que habías superado todas y cada una de las barreras impuestas por el destino, nuestro entorno, la familia y hasta nosotros mismos.
Nos odiamos por tanto tiempo que no supe que hacer ni decir en aquel momento, cuando no pude dejar de observar como te acercabas caminando hacia mí, con ese andar arrogante que yo tanto detestaba, y a la vez, tanto anhelaba; diste ese paso, aquel que separa el odio del amor, y por fin me dijiste lo que en mi subconsciente esperé por tanto tiempo; reconociste que yo, la que habías detestado por tantos años, era la dueña de ese montón de sentimientos que habitan en ti.
Pero, ¿quieres que te cuente algo? Ahora, cinco años después, soy capaz de reconocerlo, tuve miedo, el peor de todos, el miedo a lo que pudiesen decir los demás si estábamos juntos; y te respondí rápidamente con un rotundo “no”, el cual sé que jamás olvidaste, y del cual aún me arrepiento y lamento día tras día, cada vez que recuerdo la forma en que te marchaste, abruptamente luego de que yo te rechazara.
Ahora me lamento, pero también te lo reclamo, por que no fue solo mi culpa; los dos fuimos un par de cobardes, por no ser capaces de defender aquello que sentíamos, por no luchar, aunque, de todas formas, fui yo la más cobarde al interponer cualquier maldita excusa, y así, no tener que enfrentar todo lo que me dirían, y todo lo que se me vendría encima si te aceptaba como la persona a la cual amaba. Lamento que por mi culpa, haya ocurrido todo, si yo hubiera estado contigo, te habría cuidado, y nada de esto te hubiera pasado, perdóname, por no estar contigo.
Pues bien, pasó, y ya no puedo hacer nada más que lamentarlo, solo quiero decirte lo que nunca pude, y es una lástima que sea en esta situación en la cual lo diga, pero eres lo más importante, que en mi vida he tenido la gracia de conocer, a pesar de la cantidad de veces que te dije lo contrario, te quiero más que a todo, ojala que algún día puedas perdonarme y entender mi error.
La vida desde ahora en adelante, va a ser desastrosa. Voy a tener que asumir el peso de omitir todos estos sentimientos por tanto tiempo, es ahora, cuando voy a tener que enfrentarlos, lástima, que sin ti. Es un castigo, mi castigo, que con dolor asumo, solo por ti. Te quiero.


La chica dejó el ramo de claveles que llevaba en sus manos, en la pequeña placa que había estado acariciando, tomó su bolso y no sin antes, darle una última mirada, se retiró, tan o más abatida que en el comienzo. Era ahora el momento. El dolor es algo que por más que se intente, no se puede ocultar, y esta, no sería la excepción. Tendría a que asumir a todo costo, la historia y el recuerdo que por tanto tiempo había cargado, por que, no encontraba otra forma de asumirlo, solo, había un gran problema, sus amigos, ¿cómo les iba a explicar que la llama de su alma se estaba extinguiendo poco a poco, debido a la muerte de la persona que más había odiado en toda su vida? Era difícil, pero lo asumiría, solo por el.
Caminó hacia la salida del recinto, que ya se encontraba completamente vacío, y, dejándose embargar por las lágrimas que acudían rápidamente, y llenaban sus ojos, arrasando con la pintura, y todo lo que pudiesen encontrar a lo largo de su rostro, hasta perderse por el fino cuello.
Se alejó, llorando, sin prestar atención a las miradas que se posaban en ella, caminando rápidamente, con el bolso bien apretado, y, en su mano, la portada de un arrugado periódico, que anunciaba, una fatal noticia.

No hay comentarios: