domingo, 15 de noviembre de 2009

Adoles... ¿qué?




Rabia.
Siento rabia.
Me dicen que es debido a la edad, a que soy adolescente y no sé qué me sucede. Me dicen que ésta es la mejor parte de la vida, y que un día, pese a todo, la recordaré con mucho cariño. Me dicen que lo malo de la adolescencia es que pasa muy rápido, y que no te enteras de que ha pasado hasta que..., pues eso, hasta que ha pasado y entonces la echas de menos.
Vale, pues qué bien.
Quiero decir que me importa un pimiento todo ese rollo. A mí me duele aquí y ahora, y lo que venga mañana..., vendrá mañana. A lo peor se me acaba la adolescencia y el día anterior me pilla un cohe y adiós. O sea que la promesa de un mañana mejor y lleno de bellos recuerdos del pasado me resbala, me importa un maldito pimiento. Estoy harta de mi adolescencia. Harta de sentirme mal y no saber por qué. Harta de tener ganas de llorar, y de gritar, y de amar y de muchas más cosas, sin saber de dónde vienen o adónde van, como si mi cabeza tuviera un agujero negro por el que se me escapara la energía.
Es curioso todo ese maldito rollo de la adolescencia. ¿A quién se le ocurriría la palabreja? ¿Porque anda que no es estúpida ni nada! ¿A-do-les-cen-cia! Suena como Disneylandia, pero en siniestro. Puro camuflaje. Yo la odio.
He de hacer algo. He de hacer algo. He de hacer algo.
Y no hago nada.
¿Y si no hago nada?
¡Jo con la adolescencia! ¡Pasada de rollo!
Pero sé lo que me afecta. Sé que siento rabia. Eso es lo que sé, lo que cuenta y lo único que me importa. Una rabia fuerte que me ahoga, que me domina, que me hace estar así, con esa cara, y esa pose, y esa angustia. Para ser la mejor parte de mi vida, duele demasiado. Así que no puede serlo.
Y eso de que pasa muy rápido... A mí me parece que llevo una eternidad anclada aquí, con moverme, quieta. Cada día, cada semana, cada mes. Los fines de semana se pasan en un abrir y cerrar de ojos, pero de lunes a viernes el tiempo se mueve muy despacio. Los veranos son un soplo, el resto es letargo. Estudiar, las broncas diarias, los malos rollos, el “a ver qué harás mañana”, “si es que siempre pones una cara...”, “di algo, ¿no?”, “estudia, estudia, estudia”... Todo está en contra nuestra. En mi contra. Todo. ¿Y qué es todo? Pues todo. Eso es todo: todo.
¿Y qué sucede con lo que me gusta a mí? A MÍ. No a ellos. A MÍ. Qué pasa si yo quiero vivir, escribir, cantar, viajar, amar, ser amada... Quiero el mundo, y lo quiero ahora. Nada de esperar- “Hay que sufrir y trabajar para ganártelo”, “Cada cosa a su tiempo”, “Ahora te toca callar y prepararte para el mañana, cuando seas mayor de edad ya harás lo que quieras”. A mí es que esas frases hechas me la refanfinflan. Eso y la solemnidad de los mayores es que...
Ellos también me dan rabia.
Los quiero, pero... ¡uf!, quiero decir que..., bueno, no sé si me explico. Supongo que no. Si supiera explicarlo sería más fácil. Sé lo que siento y punto.
Y me siento sola, rabiosa, encendida.
¿Qué está pasando, eh? ¿QUÉ ESTÁ PASANDO?
Mierda de adolescencia, tú.